El poeta y crítico literario Alberto García-Teresa publica en la revista Nueva Cultura una reseña de La experiencia de la poesía, el último libro de Ángel Guinda, editado en Pregunta y que reúne su poética y sus manifiestos. Podéis leerla en este enlace y a continuación:
La experiencia de la poesía
Ángel Guinda
72 páginas
Pregunta, 2016
ISBN: 978-84-945195-5-0
La experiencia de la poesía
Ángel Guinda
72 páginas
Pregunta, 2016
ISBN: 978-84-945195-5-0
Ángel
Guinda ha ido construyendo una sólida obra poética, alejada de las
tendencias dominantes, sin desdeñar una posición periférica pero firme y
sopesada que, partiendo de lo individual (de su análisis, de la
exploración de sus anhelos y angustias) se embute en lo comunitario con
un radical humanismo. De esa postura dan cuenta los siete manifiestos o
poéticas que se recogen en este estimulante librito.
El volumen
agrupa textos escritos en 1978, 1985, 1994, 2012, 2014 y 2016, de los
cuales, algunos de ellos son inéditos. Están distribuidos en estas
páginas de los más recientes a los más antiguos; de mayor o a menor
actualidad. Más con un carácter de autoafirmación y de clarificar y
clarificarse que con un afán polémico, se trata de textos que poseen
mucha energía, movilizadores, y que nos ayudan a comprender para qué y
cómo ha llevado adelante su práctica poética. Sin embargo, me parece muy
relevante que Guinda considere a estos manifiestos meras piezas
testimoniales («anécdota e ilustración», puntualiza), porque él asegura
que «la teoría se olvida, la práctica permanece», pues «del poeta
importan más sus poemas que sus consideraciones acerca de la poesía».
Por tanto, los coloca en una posición subordinada a sus poemas. Este
enfoque resulta fundamental porque las palabras que aquí se recogen
consisten en reflexiones desde la práctica, las dudas y los intereses
que esta le ha generado, y no como antesala de un proyecto vital y de
escritura con un horizonte prefijado (¡cuántas veces los manifiestos
formulan principios e ideas que luego ni sus autores ponen en práctica o
son incapaces de llevar a cabo!). Merece la pena, al respecto, apreciar
la diferencia de óptica con la que encara estos asuntos Guinda con
respecto a otros poetas o grupos.
A su vez, hay que indicar que
Ángel Guinda entiende la poesía como un «aprendizaje interminable», lo
que lo coloca en una posición de escucha, de apertura. Esto puede
resultar contradictorio, sin embargo, con la convicción de algunos de
los textos aquí contenidos (que se deben a ese registro contundente por
su propia naturaleza), pero debemos entender que esa firmeza es una
estrategia retórica. En ese sentido, algunos manifiestos se centran en
la denuncia para afirmar negando. Otros, se componen de certeros
aforismos, con una extraordinaria capacidad de síntesis. Engarza muchos
de ellos con encadenamientos lógicos, tal que silogismos. Abundan las
construcciones con infinitivos y también con sujeto y atributo. En
ellas, restallan, a pesar de la profundidad de las reflexiones,
chispeantes juegos de palabras donde vuelve a brillar el ingenio de
Ángel Guinda, o introduce también hermosas y potentes metáforas. A
partir de la máxima de «escribir lo necesario», lleva a cabo una labor
de síntesis, en busca de la palabra auténtica, donde apuntala tanto lo
preciso como lo que tenemos necesidad y nos sirve.
Todos ellos
parten de una posición antiautoritaria, beligerante con el poder. Desde
una rebeldía existencial y política, Ángel Guinda remarca la dimensión
de confrontación con la realidad que posee la poesía (tanto en un plano
individual como colectivo). De este modo, apuesta por una poesía donde
la emoción ocupe un lugar destacado, pues se trata esta de una expresión
de humanidad y también nos constituye como personas libres. No en vano,
la esgrime como herramienta y actitud de resistencia frente a una
realidad alienante. Señala la sorpresa como uno de los efectos
principales de la poesía («sorprender (más que mostrar)») y exhorta a
una obra que busque el descubrimiento, que apunte a un horizonte de
transformación (donde «el cerebro es el campo de batalla de toda
transformación»). Asimismo, ataca la mercantilización en todas sus
facetas: de la vida, del ser humano, de la poesía. En líneas generales,
denuncia la falta de talento y de aspiración transformadora de buena
parte de la poesía actual. Apuesta, como lector y como escritor, por una
poesía enérgica, «en estado salvaje», inquieta y abierta, honesta,
«habitable». Una poesía útil «que no elude su búsqueda de belleza»,
comprometida, «que sirva al ser humano: moralmente par vivir,
culturalmente para ampliar y afianzar su saber; y, estéticamente, para
gozar». A su ve, incide en la capacidad de la palabra para aprehender y
construir mundos. Pero también remarca la capacidad de revelación de la
poesía, su dimensión intuitiva; su habilidad para llevarnos a
conocimientos y sensaciones que con otras herramientas no alcanzamos.
Entonces, aboga por avanzar desde la disconformidad, desde la no
complacencia: «el artista debe rajar el espacio para ver más allá». Con
esa inquietud (dado que «la poesía es una pregunta a todas las
respuestas»), se zafa de lo acomodaticio: «el creador debe desubicarse,
ser un desinstalado». Y, desde esa desubicación, con esa ambición, Ángel
Guinda prosigue regalándonos una de las trayectorias poéticas más
interesantes de la poesía española de las últimas décadas.
Alberto García-Teresa
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